La pluvalía, piedra angular del capitalismo

Después de que Marx comprendiera que el régimen económico es la base sobre la cual se erige la superestructura política, se entrega, además de a su actividad revolucionaria práctica, al estudio atento, científico y riguroso del régimen económico de la moderna sociedad capitalista. El Capital es la obra donde expone todos sus descubrimientos y conclusiones sobre el modo de producción capitalista. En ella están expuestas de forma sistemática todas las leyes objetivas que rigen su desarrollo. Y encierra también, por tanto, las claves para su sustitución por un modo de producción más avanzado: el comunista.

Partiendo, como dice Lenin, del acto más simple y más repetido de la economía capitalista, el intercambio de unas mercancías por otras, Marx va elevando su análisis del capitalismo hasta llegar al punto central que le da naturaleza y es la piedra angular de su teoría económica: la explotación, la extracción de la plusvalía a la fuerza de trabajo asalariada como única fuente de ganancia y riqueza para el capitalista.

La plusvalía es el plustrabajo, el plusproducto que corresponde al valor añadido por la fuerza de trabajo asalariada durante las horas no remuneradas al obrero. Las que el obrero está produciendo más allá de las necesarias para reproducir su fuerza de trabajo.

Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de una mercancía por otra), dice Lenin, Marx descubrió relaciones entre personas”. Los grandes economistas clásicos de la burguesía inglesa, Adam Smith y David Ricardo, a lo más que habían llegado era, a establecer que el valor de las mercancías está determinado por la cantidad de trabajo humano que encierran. Pero esto no servía para entender porque unos capitalistas triunfan en la competencia mientras otros se arruinan. Y tuvieron que recurrir a la fantástica idea de la mano invisible que regula el mercado para explicar el por qué el capital se acumula y se concentra. Marx replica a esta visión idealista estableciendo cómo al convertirse en el capitalismo la fuerza de trabajo en una mercancía más, su valor pasa a ser determinado, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción, en este caso el coste de su sustento, el de su familia y el de su grado de especialización. Valor que está expresado en el salario.

La extracción de la plusvalía a la fuerza de trabajo asalariada es la única fuente de ganancia y riqueza para el capitalista

La capacidad de la fuerza de trabajo

Sin embargo, la mercancía fuerza de trabajo tiene una propiedad peculiar que la distingue de cualquier otra mercancía: la capacidad de crear nuevos valores, de añadir valor a las otras mercancías. El obrero asalariado, desposeído de cualquier otra cosa que no sea su fuerza de trabajo, la vende al propietario de los medios de producción. Pero durante su jornada de trabajo, el obrero sólo necesita una parte de ella para crear nuevos valores que cubren el costo de su sustento y el de su familia, es decir, el salario. Durante el resto de la jornada trabajará gratis, creando para el capitalista, nuevos valores que están más allá del valor de su fuerza de trabajo. En esto consiste la plusvalía, la única fuente de las ganancias y la riqueza de la clase capitalista. No es pues ninguna “mano invisible” la que regula el mercado capitalista, sino la explotación de la fuerza de trabajo asalariada, la extracción de la plusvalía la que explica todos los procesos de competencia, reproducción, incremento, acumulación y concentración del capital.

En este concepto científico de plusvalía está encerrado todo el secreto del modo de producción capitalista que los economistas burgueses, por su misma posición de clase, eran incapaces de ver. La extracción de la plusvalía a la fuerza de trabajo asalariada es la forma particular en la que se produce la explotación en el capitalismo, la apropiación de la riqueza socialmente producida por una pequeña parte de la sociedad poseedora de las materias primas, los medios de producción y los instrumentos de trabajo. Sobre esta realidad, aparentemente sencilla pero que hasta la aparición del marxismo nadie había sabido ver, se levanta toda la moderna sociedad burguesa y su enorme superestructura política e ideológica. Todas las leyes objetivas del desarrollo capitalista que han llevado desde el capitalismo de librecambio hasta el imperialismo o capitalismo monopolista de Estado se asientan sobre este simple hecho: la explotación de la fuerza de trabajo asalariado mediante la extracción de la plusvalía.

Sobre todo, ocultar la plusvalía

En tanto que la plusvalía es, como dice Lenin, “la piedra angular de la teoría económica de Marx”, no es extraño que el revisionismo, sea cual sea la forma que adopte, la niegue por todos los medios. Hace apenas dos décadas, el revisionismo levantaba la bandera de que el concepto de plusvalía de Marx ya no servía porque la revolución científico-técnica y la robotización de la producción estaba llevando a la desaparición de la clase obrera y su sustitución por una nueva categoría de trabajadores asalariados “de cuello blanco”, a los que ya no eran aplicables los “viejos” análisis de la explotación capitalista. Hoy, con la incorporación de millones de personas al proceso de producción capitalista en todo el mundo, multiplicando el ejército de la clase obrera mundial ya nadie se atreve a defenderla. Sin embargo, a través de otras banderas persiguen el mismo fin: ocultar la plusvalía como el núcleo esencial sobre el que se levanta la sociedad burguesa, haciendo así desaparecer el horizonte de acabar con la explotación capitalista como el objetivo final de la revolución.

Así, cuando Laclau o J. C. Monedero hablan de que “los trabajadores no encarnan hoy los intereses generales de la humanidad, que son más amplios que los que implica la explotación (mujeres, ecologistas, ancianos, indígenas, pacifistas, etc.)” porque la compleja realidad de las sociedades industriales avanzadas –o postindustriales– ha generado una multiplicidad y diversidad de luchas políticas”; están diciéndonos no sólo que la plusvalía ya no es la piedra angular sobre la que se levanta todo el edificio del capitalismo, sino que los intereses objetivos del proletariado de acabar con la explotación capitalista ya no tienen la capacidad de construir “una universalidad, una voluntad colectiva que pueda representar a todo el mundo”.

Ocultar la plusvalía como piedra angular del capitalismo es borrar cualquier horizonte de acabar con la explotación

En consecuencia, ni la teoría revolucionaria ni el partido revolucionario del proletariado son instrumentos válidos para la emancipación de las clases oprimidas y la construcción del “socialismo del siglo XXI”. La ciencia fundada por Marx para guiar la lucha por la construcción de una sociedad sin clases debe, según ellos, dejar paso a la subjetividad de los distintos sectores que se enfrentan a la opresión burguesa.

De la misma forma, la tesis hoy tan en boga difundida por este mismo pensamiento sobre la existencia de un “capitalismo de casino”, donde “el dinero crea dinero” por sí mismo gracias a la especulación financiera y sin que en ello intervenga para nada la explotación de la fuerza de trabajo es otra de las banderas con las que se trata de borrar la plusvalía y la explotación capitalista de la conciencia de los revolucionarios. Una tesis ya denunciada por Marx como “el más feliz hallazgo de los economistas burgueses vulgares” para ocultar la fuente de toda ganancia capitalista: la plusvalía.

Con esta negación de la plusvalía como piedra angular del capitalismo se borra de la conciencia de los revolucionarios cualquier horizonte de acabar con la explotación.

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