Una gran conquista del pensamiento científico

La gran ruptura que establece el Marxismo es aplicar de forma consecuente el Materialismo –que hasta entonces se había limitado a conocer la naturaleza– al estudio de las sociedades humanas. Dando así lugar al nacimiento de una nueva ciencia, el Materialismo Histórico, una enorme conquista del pensamiento científico y una formidable herramienta de transformación en manos de las clases explotadas.

La gigantesca obra científica de Marx contiene, sencillamente, uno de los dos más grandes avances de toda la historia del pensamiento humano: el descubrimiento del sistema de conceptos que abre al conocimiento científico lo que llamamos el “Continente–Historia”. Antes de Marx, sólo un continente de importancia comparable había sido “abierto” al conocimiento científico: el Continente–Física, por Galileo y Newton.

La aparición de cualquier ciencia abre al pensamiento de los hombres el conocimiento objetivo de todo un proceso de desarrollo particular de la materia, de su esencia, de las leyes universales que lo mueven; es, por decirlo así, como descubrir un “continente” hasta entonces oculto por las nieblas de la ideología y la filosofía dominantes. Cuando esas nieblas se rasgan aparece tras ellas una ciencia nueva.

La gran ruptura de Marx es aplicar el materialismo al conocimiento de la sociedades humanas

Newton rasgó las nieblas teológicas de su tiempo e hizo emerger el nuevo continente de la física. Así también, Marx descubrió el continente de la ciencia histórica rasgando las nieblas de la ideología y el humanismo burgués respecto a la sociedad humana.

La ciencia siempre es revolucionaria porque su objetivo es establecer verdades universales sobre la esencia y las leyes internas propias a un proceso particular de desarrollo de la materia. Y al hacerlo derriba mitos y engaños, arrincona creencias y fabulaciones, destruye falsos credos y arraigados dogmas. Con la aparición del Marxismo, como dice Lenin, “al caos y la arbitrariedad que imperaban hasta entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica”.

Para abrir paso a la nueva ciencia, lo primero que hace Marx es aplicar consecuentemente el Materialismo filosófico al terreno de la historia rompiendo con todas las concepciones idealistas y humanistas de la burguesía para asentar las tesis de materialidad en el conocimiento de la historia:

“Debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para «hacer historia», en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hacen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda la historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas las horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres (…) Se manifiesta, por tanto, ya de antemano, una conexión materialista de los hombres entre sí, condicionada por las necesidades y el modo de producción y que es tan vieja como los hombres mismos; conexión que adopta constantemente nuevas formas y que ofrece, por consiguiente, una «historia», aún sin que exista cualquier absurdo político o religioso que mantenga, además, unidos a los hombres”.

Un nuevo concepto científico: Modo de producción

En este párrafo de La ideología alemana, escrito tres años antes que aparezca El Manifiesto Comunista, Marx establece la tesis materialista que a partir de entonces va a dirigir todas sus investigaciones y descubrimientos: el primer hecho histórico es la producción de la vida material y es anterior a cualquier discurso político o religioso. Investigar cómo se desarrolla este proceso de producción de los medios de vida indispensables a lo largo de la historia de la humanidad es el objeto de estudio de la nueva ciencia fundada por Marx: el Materialismo Histórico.

Como cualquier otra ciencia que abre el conocimiento objetivo del mundo, el materialismo histórico se ve obligado a establecer en primer lugar su objeto de estudio, un modelo teórico, abstracto, para cuya definición es necesario romper la forma en que hasta entonces se ha mirado ese proceso de la materia; abordarlo con un nuevo lenguaje; elaborar nuevos conceptos científicos que describan su esencia,… En el caso de la ciencia de la historia su objeto de estudio es el concepto de modo de producción y su sucesión a lo largo de la historia. Desde ahí, Marx establece que es la producción de la vida material la que determina la conciencia, y no al contrario. Y pasa a definir el concepto de modo de producción, el modelo teórico que constituye su objeto de estudio.

El materialismo histórico define el Modo de Producción como una totalidad social global formada por tres estructuras regionales: la infraestructura económica, sobre la que se levantan las superestructuras jurídico-política e ideológica.

Materialismo Dialéctico frente a mecanicismo

Pero Marx no sólo adopta una posición materialista ante la historia, sino que aplica también un punto de vista dialéctico, revolucionario, que desecha cualquier concepción mecanicista o economicista de la historia. El marxismo plantea de forma materialista que la estructura económica de una sociedad es “la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social”. Pero al mismo tiempo establece de forma incontestable que no es el desarrollo de la base económica, de las fuerzas productivas, sino la lucha de clases lo que constituye el motor de su desarrollo.

Una vez establecido su objeto de estudio, el materialismo histórico descubre la contradicción principal que recorre el modo de producción y actúa como motor de su desarrollo: cómo la infraestructura de cualquier modo de producción, por lo tanto de cualquier sociedad, está recorrida por la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

A medida que se desarrollan las fuerzas productivas, las relaciones de producción que las han hecho surgir se convierten en trabas para su desarrollo, abriéndose así épocas de revolución social. Sin embargo, no hay que entender esto de una forma economicista ni determinista. No existe un desarrollo lineal e inexorable de las fuerzas productivas materiales de la sociedad. No hay producción económica “pura”. Todos los fenómenos económicos son procesos que tienen lugar bajo relaciones sociales que son en última instancia relaciones de clase. Y relaciones de clase antagónicas, es decir, relaciones de lucha de clases. Si hay obreros que no poseen sino su fuerza de trabajo y se ven obligados a venderla, es porque existen capitalistas que poseen los medios de producción y compran la fuerza de trabajo para explotarla, para extraer de ella la plusvalía. La existencia de las clases antagónicas está inscrita en la producción misma, en el corazón mismo de la producción: en las relaciones de producción. De ahí que la tesis fundamental de la ciencia del materialismo histórico sea la de que el motor de la historia es la lucha de clases.

La infraestructura económica es lo determinante en última instancia del desarrollo histórico, está en su base; pero la lucha de clases es el factor dominante, el motor que dirige este desarrollo.

“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”. (Marx y Engels. Manifiesto Comunista)

Hasta Marx, la historia había sido vista como resultado del desarrollo de nuevas y grandes ideas fruto de la inspiración divina o de la razón humana con las que los hombres movían el avance de la sociedad. No es por casualidad que Marx dé a El Capital el subtítulo de Crítica a la economía política. Su objetivo con él es rebatir todas las teorías burguesas, basadas en el humanismo y el economicismo, sobre la economía política del capitalismo, estableciendo una nueva teoría científica de las formas materiales, jurídico-políticas e ideológicas de un modo de producción fundado en la explotación de la fuerza de trabajo asalariada. Creando de esta manera una ciencia revolucionaria que permite guiar el proletariado en su lucha por pasar del modo de producción capitalista a un nuevo modo de producción comunista libre de cualquier explotación.

¿Qué dicen hoy los “post marxistas” sobre esto?

Respecto a si el marxismo es o no una ciencia, J. C. Monedero, siguiendo a Laclau –el teórico del llamado postmarxismo– afirma que “la tentación de hacer del socialismo una ciencia, es decir, de dotar de un rumbo necesario y, por tanto, predecible a la emancipación fue un defecto que cometió Marx y profundizaron algunos marxistas”. Para Monedero o Laclau empeñarse en que “hay unas leyes inexorables y que se pueden cuantificar los deseos y esfuerzos humanos” o que existe una “ley necesaria de la historia” es un “reduccionismo” que supone regresar a “los errores del socialismo del siglo XX”.

Sustraer al proletariado la ciencia del marxismo es devolverlo a la etapa en que sólo estaba en condiciones de vender mejor su fuerza de trabajo

¿Pero en realidad de qué marxismo y de que “ciencia” nos hablan Monedero o Laclau? No del pensamiento profundamente científico y dialéctico de Marx, sino del cientifismo y el determinismo mecanicista, la versión revisionista que la URSS dio del marxismo y de la que todos ellos han participado en el pasado porque ese es su origen.

Una subversión del marxismo que antepone el desarrollo de las fuerzas productivas a la lucha de clases como motor de la historia. Y que por eso mismo ofrece una visión donde todo está determinado de antemano y la voluntad de los hombres, agrupados en clases y partidos, no cuenta nada. Donde el desarrollo de la sociedad está determinado por un mecanismo ciego de “leyes inexorables” frente a las que los hombres no tienen nada que hacer. Lo que la ciencia del marxismo, por el contrario, ofrece al proletariado es un arma de un valor incalculable: las herramientas de conocimiento de las leyes que rigen el capitalismo. Y con ello la capacidad de, actuando de modo consciente sobre esas leyes, transformar la realidad y acabar con la explotación.

Sustraer al proletariado la ciencia del marxismo es dejarlo ciego en su lucha: devolverlo a la etapa en que sólo estaba en condiciones de vender mejor su fuerza de trabajo, pero no de emprender el camino de su liberación, de acabar con la explotación capitalista. Es privarle del materialismo histórico, la única ciencia que explica “la situación real del proletariado en el régimen general del capitalismo”.

Es, en definitiva, condenarlo a luchar tan sólo por reformas, por mejorar su situación económica, pero no en poner fin a la esclavitud asalariada a la que lo condena el capitalismo. El objetivo de la actual ofensiva revisionista, al negar el carácter científico del marxismo y considerarlo “dogmático” o “superado por la realidad” es el de borrar los objetivos revolucionarios que solo la teoría del marxismo ha sido capaz de establecer.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies