El principal problema del independentismo está en Cataluña

La reunión de Pedro Sánchez con Quim Torra expresa su notable retroceso

La reunión entre los presidentes del Gobierno y del Govern ha levantado, primero, mucha expectación y, después, mucha polémica. La anterior reunión de estas características, el 11 de enero de 2017, fue entre un Puigdemont que reiteró su intención de convocar un referéndum independentista y un Rajoy que prometió impedirlo a toda costa. Entonces la cosa estaba clara, pero ahora: ¿cómo valorar esta reunión?, ¿es una rendición de Pedro Sánchez?, ¿es una concesión para intentar reconducir la situación?, ¿están avanzando los planes independentistas?, ¿de qué han hablado y qué acuerdos han alcanzado?

Si nos guiamos por los hechos y no por las palabras más altisonantes de estos días, lo que podemos apreciar es un retroceso de los sectores independentistas más agresivos y aventureros. En primer lugar, en la reunión no han tratado ni de referéndums soberanistas ni de “presos políticos”, sino de competencias, inversiones, infraestructuras… y eso no es independentismo sino política autonomista; en segundo lugar, el Gobierno de Pedro Sánchez se ha mantenido firme en no aceptar nada que esté fuera de la Constitución; y en tercer lugar, desde que fue investido president Torra está dando pasos atrás que “deconstruyen el procés”, formando un Gobierno dentro de los límites estatutarios, reuniéndose con el Rey y acudiendo a Moncloa; y en este tiempo no ha cruzado ninguna “línea roja”.

El único resultado tangible de la reunión ha sido la activación de la comisión bilateral entre el Gobierno central y la Generalitat, que ya existía pero que no se reunía desde 2011. Será presidida por la ministra de Política Territorial, Meritxel Batet, y la Generalitat ha nombrado como representantes al consejero de Acción Exterior y Asuntos Institucionales, Ernest Maragall, el vicepresidente Pere Aragonés -ambos de ERC-, y la consejera de la Presidencia, Elsa Artadi, de JuntsxCatalunya. Lo que se discutirá será el traslado de competencias pendientes, una mejora de las inversiones en Cataluña, la financiación autonómica, proyectos de infraestructuras y el desbloqueo de leyes referidas a temas sociales. Todo su contenido está dentro del más puro autonomismo, de la lógica y normal relación entre el Gobierno central y un Gobierno autonómico. Sánchez no ha hecho ninguna concesión, sino que son los dirigentes independentistas los que se han movido hacia el marco autonómico. Es más, con los gestos de distensión y quitando terreno al victimismo el Gobierno está creando una situación y una correlación de fuerzas en la que el independentismo se está aislando. Frente a los sectores más agresivos hay un avance de la mayoría social.

Poniendo los hechos por delante de las palabras podemos entender una de las claves de este movimiento: que el problema principal que tiene ahora el independentismo no está con el Gobierno de la nación, está en Cataluña. Según una reciente encuesta publicada por El Periódico de Catalunya un 62% de la población catalana opta por “negociar una mejora del autogobierno con el estado” y solo un 21,5% apuesta por ”buscar la independencia para construir una nueva república”. Del 37,5% del censo que apoyó el procés participando en el referéndum del 1-O, uno de cada tres catalanes, solo un 21,5% lo sigue apoyando ocho meses después, lo que significa uno de cada cinco.

Pero la batalla no está cerrada ni mucho menos. Como dijo Elsa Artadi, como portavoz del Govern la “ventana de oportunidad” del 1-O se ha cerrado y hay que esperar a que se abran otras. Aprovecharán la plataforma que les concede el control de la Generalitat y posiblemente busquen una próxima ventana en las elecciones municipales, pero que no nos confundan ni nos frenen, son ellos quienes lo tienen más difícil. El sector más agresivo y aventurero del independentismo retrocede y avanza una mayoría que defiende la unidad y se enfrenta a la fragmentación.

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Una respuesta a “El principal problema del independentismo está en Cataluña”

  1. El autonomismo está obsoleto. Debemos tender a un federalismo con fuerte carga municipalista, que es donde de verdad se acerca el poder al pueblo, en la distancia corta, en el alcalde y el concejal de tu barrio o tu pueblo. La era de los 17 microestados debería dejarse atrás para llevar las competencias que sean factibles a un nuevo nivel más cercano al ciudadano. Hoy en día es perfectamente factible que municipios de cierto tamaño gestionen sus escuelas o su sanidad, por ejemplo, porque hoy día un municipio medio tiene tanta población y recursos como una provincia entera hace 40 años y la agilidad de las comunicaciones hace de la relación con el gobierno nacional y la burocracia algo mucho más fluido que hace tan sólo 25 años, aunque aún haya mucho trámite, mucho intermediario y mucho plazo innecesario que habría que atajar, pero ese es otro tema.

    Un federalismo municipalista, dejando las autonomías en la mínima expresión necesaria nos llevaría a una mayor «paz territorial» y a una verdadera república del pueblo. Mientras tanto, siguiendo como seguimos, la lucha entre territorios para lo único que sirve es para que los de siempre no tengan que preocuparse por la lucha de clases, que es lo que de verdad les preocuparía.

    Por último, tampoco estaría mal que de verdad en Cataluña, Euskadi y Galicia de verdad se apostase por el bilingüismo en lugar de que unos intenten acabar con el idioma y la historia de los otros, que ese es otro factor importante, el adoctrinamiento que se lleva ejerciendo durante décadas no tanto desde la escuela y la televisión autonómica sino desde la calle y el propio ambiente. No puede ser que si alguien lleva una camiseta con la bandera de España en Cataluña lo tilden de facha ni que si alguien habla en catalán en público fuera de Cataluña lo tilden de «enemigo de España».

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